¿De qué seguridad se habla?

 

Mouris Salloum George*

Lo que tenemos hoy en México, es el desgarramiento del tejido social.

 

Las consecuencias de ese crimen de lesa humanidad se condensan en el bárbaro galope del México bronco, de lo que sigue la inoperancia del Estado fallido.

 

Frente a una sociedad estratificada, sobre la que medran 16 económicamente poderosos sin compadecerse de casi 90 millones de excluidos del desarrollo, ¿cuál debiera ser el orden de prioridades de un gobierno que actúe con vocación humanista?

 

Hace 205 años, el cura Morelos convocó a los iniciadores y formadores de leyes a constancia y patriotismo para moderar la opulencia y la indigencia, a fin de alejar al pobre de la ignorancia, la rapiña y el hurto.

 

Ese enunciado tiene tres componentes: 1) La justicia legal, 2) la justicia conmutativa y 3) la justicia distributiva.

 

La justicia legal no es otra cosa que la estricta observancia de los mandatos legislados. Sobran sentencias y testimonios de ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que informan que la Constitución ni se acata ni se cumple. Obviamente, las leyes que de ella emanan son espejo del incumplimiento.

 

La justicia conmutativa impone la igualdad de derechos en el intercambio de bienes. Si bien aplicable a las relaciones comerciales, al invocarse la justicia distributiva su fin se proyecta, bajo el principio de igualdad, al bien general. Dicho por algunos doctrinarios, al bien común.

 

Clásicos de la doctrina del Derecho han dejado asentado que la necesidad no tiene ley: Los ricotes padecen compulsión por amasar ganancias. Es su “necesidad”. Los miserables tienen necesidad de comer: La satisfarán a costa de todo.

 

Se ha dado el anuncio de un nuevo plan de seguridad. Que no se olviden los imperativos: Paz con justicia y dignidad. ¿Puede la democracia funcionar de otra manera?

*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.

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